jueves, 16 de febrero de 2017

LA GUERRA DE MAMÁ Y PAPÁ

De todos es conocido que los niños sufren ante una separación o divorcio. Si lo pasan mal en una separación amistosa, imaginaros cómo pueden sentirse cuando sus padres terminan en los Juzgados.
Independientemente de la edad que tengan, los niños deben de conocer en la medida que puedan comprender, la realidad que van a vivir en los días venideros. Es necesario hacer especial hincapié en que ambos, padre y madre, les van a querer siempre, para que no tengan sensación de abandono.

Cuando la separación es traumática, convertimos a los hijos en las víctimas directas de nuestras frustraciones. Es importante saber que nuestro deber como padres es el de velar no sólo por su salud física, sino también por su equilibrio emocional, que se ve desmoronado al ver que las dos personas que más quieren se enzarzan en una guerra sin cuartel en la que ellos siempre terminan siendo el botín de guerra, sin tener en cuenta sus sentimientos.

Tenemos que tener siempre en cuenta que los hijos quieren a ambos por igual, y que si nosotros como padres no podríamos elegir entre un hijo u otro, ellos tampoco pueden optar por la madre o por el padre.  Es algo que nunca pensamos, pero que es real y evidente.

Nos obsesionamos con hacer raro algo que es natural y  lo que es raro, considerarlo normal. De esta forma, una pareja separada que acude junta a hablar con el tutor de alguno de sus hijos es felicitada por ello por el profesorado (algo que debería de ser considerado normal), o por ejemplo otros hijos de padres separados se extrañan de que los padres divorciados de su compañero acudan juntos a hablar con el profesor e incluso se hablen entre ellos.

Lo que debemos considerar como raro y fuera de lugar sería el caso contrario, los padres que no se dirigen la palabra ni siquiera por el bien de sus hijos (no hace falta más que sentido común y coherencia), los que hablan mal del otro a los hijos, los que impiden el contacto con uno de los progenitores y así un largo etcétera.

No nos damos cuenta de que, a la larga, nuestros jueces están en casa, no en los Juzgados, y que cuando crezcan, de una u otra manera nos pedirán explicaciones, unos delinquiendo, otros sacando malas notas, otros drogándose, otros con sentido común.... Porque tarde o temprano, las cosas terminan volviendo a su cauce, pero no hay que esperar a que sea demasiado tarde y tengamos que arrepentirnos durante toda nuestra vida.

Blanca Escaño




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